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En el último año han llegado a Denver unas 30,000 personas que huyen de la violencia y la inestabilidad en Venezuela.
Muchos buscan trabajo y oportunidades ahora en comunidades rurales como Roaring Fork Valley, a donde han llegado más de cien emigrantes en los últimos meses.
La Radio Pública de Aspen dedicó tiempo a conocer a tres miembros del grupo que han estado representando a sus compañeros en reuniones con funcionarios del gobierno local y organizaciones sin ánimo de lucro.
Las reporteras Halle Zander y Eleanor Bennett elaboraron una serie de postales sonoras a partir de sus conversaciones.
En la primera entrega de esta serie de tres, Asdrúbal habla de su vida en Venezuela, de por qué decidió dejar a su familia y a sus hijos para venir a los Estados Unidos y de sus esperanzas de lo que trae el futuro.
Asdrúbal habló en español a través de la intérprete Claudia Pawl, de Convey Language Solutions. Su relato a continuación fue editado para mayor claridad y longitud y posteriormente, regrabado en inglés con Bryan Álvarez-Terrazas. La postal sonora fue producida por Eleanor Bennett.
Asdrúbal: Yo vivía en un lugar que se llama Guárico (estado), en Calabozo (ciudad). Vivía con mi familia, mis padres, mi mamá, mi papá, mis hermanos. Lo más bonito para mí fue mi infancia, sabes, en el campo, porque me encantan los caballos. Desde que tengo uso de razón, los monto. Los domingos, cuando éramos pequeños, nos reuníamos e íbamos a correr a los caballos, y el que ganaba se ponía muy contento. Era como una alegría que te hacía sentir el mejor de los niños de ahí.
Luego fui a la universidad, a la escuela militar, y tenía 16 años. Después de graduarme, fue cuando la situación en mi país cambió. Tenía un trabajo como supervisor y había muchas amenazas de muerte por parte de altos rangos. Así que decidí que, por mi bienestar y el de mi familia, tenía que marcharme y venir aquí en busca de mejores oportunidades, de una mejor vida.
Salí el 14 de febrero de este año, y el objetivo era llegar a los Estados Unidos, pero aquí no tenía a nadie que me recibiera; no tengo familia. Solo Dios que venía conmigo de compañero.
No es un viaje fácil porque hay que atravesar seis o siete países: Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México. La única parte en la que no puedes comunicarte con tu familia es cuando llegas a Panamá, atravesando la selva, sabes, porque allí no hay nada, nada de nada. Esa es la parte más fea, la selva. Y aprendes muchas cosas, sabes, supervivencia, porque hay algunos días que tienes algo para comer y hay algunos que no tienes suficiente dinero para comer ese día. Tienes que dormir afuera, sabes, bajo el agua.
Me fui solo, pero por el camino, y en la selva, aprendes a compartir, aprendes a ser amable. Si alguien te regala un trozo de pan, de ese trozo de pan comemos todos. De repente yo no tengo una cobija y él tiene una cobija y me da un lado. Hay muchas cosas que aprendes en ese viaje porque no es nada fácil.
Pudimos hacerlo juntos. El grupo en el que estaba, el día que aparecimos, nos enviaron a inmigración y yo estaba como, 'Dios mío, nunca estuve en la cárcel en mi país y ahora estoy aquí, y ahora voy a una prisión, una prisión de inmigración'. Fueron tres meses en Nuevo México, pero después de los tres meses, hay más oportunidades. Nos dieron un número de identificación y un papel con el que podemos estar aquí. Tenemos que buscar un abogado para que nos ayude con el proceso, pero no podemos trabajar para poder pagar al abogado. ¿Cómo vamos a conseguir el dinero para el proceso?
Trabajamos cinco días en El Paso. Teníamos suficiente dinero para comprar el boleto para ir a Denver. Cuando llegamos, nos dijeron del refugio y tratamos de encontrar trabajo. Pero nos dieron 12 días en el refugio y luego nos sacaron.
Los seis que estábamos juntos, sabes, pasamos por el mismo proceso con inmigración y estamos aquí. Mi compañero y yo decidimos ir hacia las montañas a este pueblo. Y ha estado bien, nos han abierto las puertas. Estamos muy agradecidos con este pueblo porque se nos ha presentado gente para ayudarnos a colaborar algo, '¿Qué necesitas? ¿Cómo podemos ayudarlos?'
No estamos aquí para ser una carga, no. Ni estamos aquí para hacer daño a nadie. Estamos aquí con una esperanza para salir adelante en nuestras vidas.
Mi mayor esperanza es que podamos encontrar trabajo y que todos podamos estar estables. Si, hemos trabajado un día, dos días, tres días. Hay personas que viene a buscarnos y nos dice: 'los necesito una hora, dos horas, tres horas, para roofing, para jardinería y ayudante de construcción'.
Si Dios lo permitiera algún día, tal vez pueda tener mi propia empresa para, sabes, el mantenimiento de yardas. Si llego a trabajar en un rancho, sería feliz. Lo llevo en la sangre, en las venas, y ojalá algún día, si Dios quiere, pueda tener un montón de caballos, mi propia caballeriza. En Venezuela, mi hijo de cuatro años tiene un caballo. Es igual que el papa.
No es fácil abandonar tus raíces y dejar a tu madre, a tus hijos... irte a un lugar donde no conoces a nadie, donde eres un forastero. Tienes que adaptarte y, nada, luchar por sus sueños.
Esta noticia fue traducido en Español por Convey Language Solutions
Nota del editor: Una versión anterior de esta historia incluía el apellido de Asdrúbal. Lo hemos eliminado por consejo legal, ya que puede poner en riesgo su estatus migratorio.